

Llevamos más de una semana con restricciones al tráfico por alta contaminación en Madrid: limitaciones de velocidad en M-30 y accesos, así como prohibiciones de aparcamiento en zona SER. Podemos culpar a la escasez de lluvias, al Ayuntamiento u otro agente externo, pero por supuesto, nunca miramos hacia dentro. Y podríamos seguir este razonamiento y llegar a hacer una bola que nos lleve a luchas políticas y confrontación de opiniones con otros.
Pero lejos de centrarnos en buscar culpables, ¿por qué no nos fijamos en nuestras responsabilidades? Y por consiguiente, ¿en sus posibles soluciones? ¿Somos conscientes de la boina que corona el cielo de Madrid? ¿O del aire que respiramos? A veces tomamos por normal algo que no lo es. Nos hemos acostumbrado a respirar este aire, sin darnos cuenta de que es nocivo, su calidad empeora cada día. Y dejando a un lado sus efectos en la salud, vamos a focalizarnos en cómo actuamos los ciudadanos y en las posibles soluciones que podemos tomar.
En contra de lo que podríamos pensar, a pesar de las restricciones al tráfico que impone el Ayuntamiento de Madrid, los atascos se siguen sucediendo y cada persona tiene sus motivos para continuar yendo en coche al trabajo. Pero se olvida de esa parte de responsabilidad, de huella e impacto que tienen sus acciones. ¿Acaso notas igual el aire que respiras ahora que cuando eras niño? Efectivamente, si no cambiamos nuestros hábitos, esto no va a mejorar. Como decía Einstein, “si quieres resultados diferentes, prueba cosas diferentes”.
Desde la Administración se muestra cierto hermetismo e inmovilismo hacia una transición más sostenible. Se van dando pasos, pero a un ritmo lento. ¿Los motivos? Intereses económicos, lobbies que presionan para ralentizar dicha transición, etc. Recientemente se filtraba una noticia de septiembre en la que se decía “La patronal y los sindicatos piden al gobierno que frene al coche eléctrico“.
Pero del mismo modo e igualmente importante es el miedo que siempre invade al ciudadano ante cualquier cambio que pueda afectar su día a día, y más cuando este cambio está lleno de falta de informacion e incluso desinformación. Demos un poco de claridad aquí. Obviamente cada ciudadano es el que tiene que tomar las riendas de su vida y situación particular, responsabilizarse y buscar la solución que mejor se adapte a él y a este nuevo paradigma que se nos plantea. ¿Y qué soluciones son esas? A mí se me ocurren varias, pero cada uno tiene que ver las suyas ya que todas tienen ventajas e inconvenientes: andando, transporte público, patinete o bicicleta (incluyendo sus variantes eléctricas), vehículos car sharing (Car2go, Emov, Zity, Ecooltra, Muving…) y como último recurso diría adquirir un vehículo eléctrico.
A priori puede parecer descabellado, pero haciendo números podrías observar que hasta comprar un VE podría ser una opción a considerar. Solo tienes considerar el ahorro que tienes en combustible, mantenimiento, revisiones e impuestos. Esto puede suponer una cantidad tal que compense la compra y desembolso inicial de un BEV, o incluso un EREV o PHEV (para los más temerosos). Esta opción es altamente recomendable en el caso estricto que necesites el coche a diario, y sobretodo si estás pensando en cambiar de vehículo.
Y como última opción, siempre quedará la posibilidad de pedir al jefe poder trabajar desde casa. Algo que no es extraño de encontrar en algunos sectores y empresas.
Webs útiles:
Protocolos medidas a adoptar durante episodios de alta contaminación por NO2.
App movil “Avisos Madrid“.
Servicio de información sobre alertas de los niveles de ozono.