A estas alturas de la película, a toda persona que se pare a pensar en el futuro de la movilidad sostenible, le vendrán a la mente los vehículos eléctricos. Pero la Unión Europea está todavía muy aletargada y demasiado preocupada en amortizar los contaminantes motores térmicos. De este modo, no termina de soltar el pesado lastre de la dependencia económica de los fabricantes alemanes. Y a pesar de que muchos eurodiputados manifestaban su crítica por la falta de ambición en este asunto el Comisario de Energía y acción climática, Miguel Arias Cañete parece que al final se va a tener que “comer más de un yogur caducado” ya que admite presiones desde Berlín; y es que, según contaba a los medios de comunicación:
“En todos los asuntos importantes los grupos de interés son muy activos”
Hasta el mismísimo Maros Sefcovic (Vicepresidente de la Comisión europea) aprovechando la cumbre climática de Bonn, ha dejado claro que de la misma manera que Europa inventó el automóvil debería “reinventarlo”.
Con todo este panorama el plan (ya de por sí poco ambicioso) que se intentaba aprobar (reducción de emisiones de CO2 por kilómetro un 20% en el 2025 y de un 35% en el 2030) se ha quedado en una paupérrima reducción del 15% en 2025 (hasta 80 gramos de CO2 por kilómetro) y un 30% en 2030 (66,5). Descorazonador.
Recordemos que el escándalo dieselgate se gestó a raíz de la normativa europea del 2014 que limitaba la emisión de 95 gramos de CO2 por kilómetro. Mientras todo el continente aplaudió el “pequeño” logro las marcas hacían sus “apaños” para saltarse a la torera y sin piedad la citada norma. Ya en su día, el ministro de Transportes alemán, Alexander Dobrindt, citó entre las marcas implicadas a Alfa Romeo, Chevrolet, Dacia, Fiat, Hyundai, Jaguar, Jeep, Land Rover, Nissan y Suzuki, además de las alemanas Volkswagen, Audi, Mercedes, Opel y Porsche, así como la francesa Renault, entre otras.
Así que, de momento sólo nos queda esperar a que se cumplan los “deseos” que se marcan desde Bruselas y cuyo objetivo es que “…la industria automotriz acelere hacia el coche eléctrico y los vehículos con bajas emisiones (50 gramos de CO2 por kilómetro) …“.
Y como no me gusta ser del todo pesimista aquí os dejo datos esperanzadores sobre futuras inversiones: como los 800 millones para aumentar el número de cargadores eléctricos públicos (450 millones procedente del mercado de emisiones de carbono, que paga la propia industria, más de 350 millones del presupuesto comunitario). Y 200 millones adicionales para I+D en la mejora de las baterías del coche eléctrico: en total, 1.000 millones para ayudar a la industria a “mudar de piel” y hacerse más eléctrica y menos contaminante.
Y es que esto, queridos amigos/as, preveo que va a ser una batalla ardua contra los modelos industriales antiguos. La esperanza está en la semilla que ya ha plantado la Unión Europea y que en voz de la Comisaria de Industria, Elzbieta Biezkowska y de la Comisaria de Transporte, Violeta Bulc nos indica que: “…las marcas que se apunten a estos deseados cambios podrán acceder a un sistema de créditos ventajosos para facilitar esta necesaria reconversión…“.
No perdamos la esperanza y sigamos exigiendo a los que nos representan en la Unión Europea medidas lo más efectivas y rápidas posible para evitar asomarnos al precipicio y el abismo que supone la contaminación. Y como creo que lo económico no debe estar reñido con lo sostenible me despido con un proverbio indio:
“Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado y el último pez atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero“