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La transición energética en la forma de moverse

Hibrido Enchufable BMW

Hibrido Enchufable BMW

Nuestra sociedad debe realizar una transformación sin precedentes, una transición energética en la forma de moverse, tanto las personas como de transportar mercancías. En la antigüedad ha habido cambios también, pues se pasó de la tracción animal (mulas, bueyes, caballos…) al carbón primero, con el transporte ferroviario y naval, y el petróleo después, que es el impulsor casi exclusivo de los medios de locomoción utilizados en la actualidad, con la salvedad parcial del tren. En la década entrante esto va a cambiar radicalmente. El medio ambiente está dando ya muestras de lo que los científicos llevan modelizando décadas y que la industria de los combustibles fósiles se empeña en negar: Que estamos alterando la temperatura del planeta a una velocidad nunca vista en los 4.500 millones de años de su existencia. Este artículo no entrará en las razones de que ello ocurra, habiendo información abundante en la red si el lector quiere formarse sobre ello. En cambio, aquí discutiremos sobre las alternativas que tenemos para mitigar, que no revertir, algo ya imposible, dicho calentamiento global, en lo tocante al transporte.

Los compromisos que ha adquirido nuestra sociedad para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero han provocado que la mayoría de actividades humanas hayan reducido dichas emisiones pero, en cambio, algunas otras no solo no las han reducido, sino que las han aumentado. Una de esas actividades es el transporte. Observemos este gráfico:

Emisiones por sector. Fuente: UE, Agencia Europea Medio Ambiente

Se ve como la línea amarilla, correspondiente al sector del transporte se ha mantenido de forma constante en el entorno del 125% de la referencia de 1990.

Dado que el objetivo para 2030 es que las emisiones de CO2 se recorten un 40% desde los niveles de 1990, se entiende que son necesarias reducciones de emisiones del orden del 55% desde los niveles actuales, más altos que entonces. Ese 55% es un objetivo intermedio, ya que el objetivo final, para 2050 es que la emisiones de CO2 sean CERO.

Para llegar a ese 55% de reducción se pueden emplear varios métodos:

El primer punto, aumento de la eficiencia del motor, ha conseguido una reducción del consumo específico de los vehículos, es decir, simplificando, cada caballo del motor ahora requiere menos gasolina que hace 30 años. Eso es cierto, sin embargo, ese aumento de eficiencia esta llegando ya a sus límites. Existen sobre el papel diseños que darían como resultado aumentos de esa eficiencia realmente sorprendentes, por ejemplo motores pseudoadiabáticos (que no utilizan refrigeración), pero desafortunadamente requerirían el uso de materiales avanzados que solo tienen sentido en competición de primera línea (Formula 1), por su coste astronómico. Igualmente, el nivel de reducción de emisiones que proporcionaría sería, por sí solo, insuficiente.

Por suerte se puede combinar el primer punto con el segundo, pero parece que los gustos del público no están de acuerdo con ello. Es por eso que, pese a que la eficiencia de los motores ha aumentado, la línea se ha mantenido aproximadamente plana, llegando incluso el punto de que los últimos años sube, según se van alcanzando los límites de la eficiencia. Ha aumentado el tamaño y peso de los vehículos y su aerodinámica ha empeorado. Para alcanzar los objetivos de emisiones deberíamos combinar aumentos de eficiencia de los motores con reducción del tamaño de los vehículos y con unas formas de estos menos “habitables”: Coches mucho más bajos, con carrocerías en forma de gota y mucho más pequeños. Como no parece que los consumidores estén dispuestos a pasar por ahí, solo nos queda el tercer punto.

Dado que son necesarias reducciones de emisiones que la tecnología del motor del combustión interna simplemente no puede ofrecer, solo queda cambiar la energía que mueve el vehículo.

Quedan fuera de la ecuación sistemas que se han propuesto e incluso empleado para reducir las emisiones de los combustibles tradicionales, por haberse mostrado inefectivos -cuando no contraproducentes (biodiesel)-, ser difícilmente escalables (biometano, biogas…), o necesitar en su fabricación (electrocombustibles, metano sintético…) un consumo de electricidad que, por su bajo rendimiento global, mejor se puede emplear en vehículos eléctricos o a hidrógeno, pues de lo contrario, en vez de reducir emisiones, éstas resultan ser más altas.

Eficiencia total de los combustibles

Esa energía que mueve el coche solo puede ser la electricidad, bien sea almacenada en baterías o generada a bordo usando una pila de combustible alimentada con hidrógeno. Esa electricidad debe tener una alta proporción de fuentes renovables o nuclear (con otros problemas pero con emisiones de CO2 casi nulas), como ocurre en la mayoría de países europeos. Por ello, se puede establecer la relación transición energética = electrificación.

Existe mucho ruido y poca señal, usando un símil de telecomunicaciones, en la información que recibe el público acerca de qué es lo más adecuado para realizar esa transición. La mayoría de ese ruido viene de sectores anclados en el “business as usual“, intensivo en el uso de energía fósil, o de empresas que comercian con dicha energía fósil. No faltan los ejemplos: Vehículos movidos a gas (GNC, GPL), microhibridación, híbridos “autorrecargables”, etiqueta “ECO”, “híbrido-eléctrico”… Siglas, conceptos difusos, cuando no marketing puro y duro, destinados todos ellos a inducir en el potencial comprador una idea rotundamente falsa: que respetan el medio ambiente y que van a permitir la reducción de emisiones acordada.

Y de eso es de lo que voy a hablar aquí, de cómo hacer dicha transición energética desde la forma de moverse mayoritaria en la actualidad, basada casi al 100% en combustibles fósiles, a otra más limpia, con potencial real de serlo en porcentajes cercanos al 100% en el medio plazo.

Las opciones preferidas de la industria de la automoción y de la energía (hasta el momento, porque con las nuevas normas en vigor desde este año eso está cambiando), han sido principalmente la micro-hibridación, la hibridación y los vehículos bi-fuel (mal llamados híbridos por algunas marcas), que consumen exclusivamente combustibles fósiles en cualquiera de los casos. Vamos a comentar brevemente estas opciones:

Eficiencias Motores

Estos sistemas de tracción de los que hemos hablado están todos lastrados por el bajísimo rendimiento termodinámico de los motores de combustión interna, que, como hemos dicho, está llegando ya a sus limites de eficiencia. Esto, aunado a que se alimentan de combustibles exclusivamente fósiles, con emisiones de CO2, supone que su empleo supera en varias veces el nivel de emisiones que nuestra sociedad se puede permitir sin causar una catástrofe climática. Por ello, no son en ningún caso sostenibles ni sirven para hacer transición energética alguna, siendo simplemente un producto que permite a la industria automovilística seguir explotando y obtener pingües beneficios de una tecnología que ya está amortizada pero que es obsoleta y dañina.

 

 

Ahora vamos a hablar de alternativas que SÍ son de transición, puesto que en algún momento hacen uso de energía procedente de la red eléctrica, con unas emisiones de CO2 por “caballo puesto en la rueda” del orden del 80% menores.

Intensidad Emisiones CO2/kWh

Por tanto, siendo purista, hasta un vehículo movido con una de estas alternativas de transición tiene impacto en el medio ambiente, por las emisiones de CO2 asociadas a la generación de la electricidad que usa. No obstante, desde el momento en que nuestra sociedad necesita utilizar medios de transporte y dichas opciones tienen unas emisiones en su ciclo de vida, que son en nuestro país menores a un tercio de las de su contraparte a combustión, está claro que nos permiten conseguir nuestros objetivos de 2030. Pero es más, como es esperable que las emisiones derivadas de la producción de electricidad van a disminuir todavía más, ello comporta que un vehículo eléctrico va a reducir su impacto diario a lo largo de su vida, como puede observarse en el gráfico. Mientras tanto, un vehículo a combustible fósil siempre va a producir el mismo, todos los días de su vida útil, incluso cuando, en 2030, sus emisiones deberían ser un 55% menores. Esto es completamente inaceptable desde el momento en que un vehículo vendido ahora seguramente seguirá circulando en 2030 e incluso más allá.

La conclusión, por tanto, es que para movernos y transportar las materias primas y productos que necesitamos, hace falta hacer una transición energética en el transporte y solo puede pasar por una de las variantes que hemos relatado en ese artículo, a elegir entre las que sí son de transición. Otra opción es quizá plantearse si es necesario todo ese trasiego de personas y mercancías, pero ese sería otro debate.

 

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