Los coches eléctricos son el inicio del fin de la etapa más destructiva y dañina de nuestra historia. Etapa en la que la especie humana empezó a tener un impacto sobre la vida en este planeta y que comenzó con las revoluciones industriales. Hasta hace poco cuando se decía que los coches eléctricos serían el futuro se hablaba de un futuro lejano que tardaríamos aún décadas en ver.
Artículo escrito por Raúl Abad Sanz - colaboración con Pásate a lo Eléctrico
Cuando a finales de los 90 General Motors sacó el EV1 (modelo que explora el eléctrico) para poco después retirarlo del mercado y a principios de los 2000 retirarlo de las carreteras, alegaron que el coche eléctrico no tendría futuro porque forzaba al consumidor a hacer demasiados cambios en su estilo de vida. Irónicamente el EV1 tuvo una acogida muy positiva por parte de los usuarios, lo que cuestionó las verdaderas motivaciones de General Motors para retirarlos, especialmente cuando desguazaron todas las unidades.
Estas decisiones generaron mucha polémica y se presumía que detrás estaban los intereses de las petroleras, a las que viene francamente mal un futuro de coches eléctricos, y de los propios fabricantes, ya que buena parte de sus ingresos viene del mantenimiento y recambios que precisan los vehículos de combustión, cosas que un vehículo eléctrico prácticamente no requiere. Todo esto (que se narra en el documental “¿Quién mató al coche eléctrico?”) sirvió para dar a los coches eléctricos la imagen de ser poco funcionales y poco capaces, y fue una muestra de lo difícil que sería su desarrollo por el impacto que éste tendría contra unos intereses tan poderosos.
“Empezamos Tesla después de que las grandes automovilísticas intentaran ‘matar’ al coche eléctrico” – Elon Musk (CNBC, 2017)
Con esta premisa impresiona lo que ha logrado Tesla los últimos años. Desde que en 2007 lavara la imagen de los eléctricos con el Roadster, mostrando que podían ser rápidos y atractivos, para poder en 2012 iniciarse en su fabricación con el Model S, que ha sido un éxito en su segmento, y hasta ahora que está en plena escalada de la producción en masa con el Model 3, el verdadero elemento disruptivo que desencadena el cambio del juego de forma irreversible. Incluso ha desplegado una red de supercargadores con la que puedes recorrer casi toda Europa, Norteamérica, el Este Asiático y Australia, recargando en cuestión de minutos, como si de gasolineras se tratase.
Y Tesla lo ha hecho en apenas 5 años, siendo una marca mucho más pequeña que las Ford, Volkswagen o Toyota, y a pesar de la dura campaña que ha hecho el resto de la industria en su contra y sus intentos por mantener el modelo de combustión. Esto invita a imaginar lo que podría conseguir una de estas empresas que multiplica a Tesla en capacidad si se lo propusiera, y pone de manifiesto el pobre o nulo interés de la mayoría de la industria en el desarrollo y el progreso.
El cambio de la movilidad de combustión a la eléctrica tiene consecuencias mucho más allá de reducir la contaminación y tener aire limpio en las ciudades o reducir los gases de efecto invernadero. El automóvil, por todo lo que conlleva, ha definido nuestro último siglo, y un cambio tan radical en él va a suponer cambios drásticos en sectores que definen nuestra sociedad; sectores como el energético, donde afrontar la enorme demanda de energía que supone sustituir la combustión por electricidad invirtiendo en energías renovables, como de hecho se está haciendo, va a ser un revulsivo para éstas abaratándolas y haciéndolas ya bastante más competitivas que el resto, obligando a una transición total a las energías renovables. Con protagonismo de la fotovoltaica, que permitirá un modelo energético de autoconsumo en comunidad, acabando con el modelo de producción centralizada de las compañías eléctricas que resultaría inviable.
La propia industria del automóvil cambiará por completo, la sencillez de fabricación del vehículo eléctrico y la creciente automatización reducirá enormemente la mano de obra en el proceso y su coste, y muchos menos talleres serán necesarios gracias al fácil y bajo mantenimiento que requieren los vehículos eléctricos. Sumando a esto una caída en la demanda de automóviles debido al auge del carsharing. La industria petrolera desaparecerá casi en su totalidad junto con el poder que ha tenido a nivel mundial sobre muchos países. Y la llegada de la conducción autónoma con el coche eléctrico, cambiará totalmente el sector del transporte al desaparecer la necesidad de conductores en la mayoría de los casos. Tecnologías como el 5G o la Inteligencia Artificial por sí solas van a acabar con la necesidad de intervención humana en la mayoría de los procesos y sectores.
Todo esto va a ser parte de una revolución tecnológica que tendrá lugar en los próximos años y que dinamitará la actual estructura social. Una estructura basada en un círculo de producción y consumo del que nos llevaron a participar las revoluciones industriales, al cambiar el trabajo por cubrir nuestras necesidades, que pasó mayormente a las máquinas, por lo que acabó siendo trabajar en la producción en masa de cosas que realmente no necesitaríamos, sobreexplotando el planeta.
Una sociedad inhumana que ha arrasado con la naturaleza y que ha normalizado la explotación, en muchos casos brutal, de gente por todo el mundo. Pero este sistema toca a su fin con la revolución tecnológica que viene, esperemos que a tiempo de evitar la catástrofe climática y natural mundial a la que nos está conduciendo. En cualquier caso, la etapa más destructiva y dañina de nuestra historia, está por acabar.
Artículo escrito por Raúl Abad Sanz - colaboración con Pásate a lo Eléctrico